viernes, 3 de octubre de 2008

Editorial: La Unión

Pareciera que sentir orgullo de la patria es algo fácil y que surge de manera espontánea, pero durante años los compatriotas escaparon del país, decepcionados de la desidia de la gente de la calle y totalmente aburridos de la clase política, que vienen recibiendo el poder completo para repartir la desilusión.

Irónicamente el sueño de los partidos políticos no es el logro de consenso y el apoyo de las mayorías para salir adelante en medio de una coyuntura en que el país necesita la entereza de todos. Por el contrario los intereses son sectoriales y los privilegiados son los aliados y los valores son extraños y los escándalos destapados están a la orden del día.

Un líder como Uribe logra que nuestro país tenga una fuerte mayoría a su favor en medio de actos que solo pueden ser el resultado de su estrategia de trabajar y de su eslogan “pulso fuerte y corazón grande”.
Para los idealistas, ahora en proceso de extinción (a punta bala) nuestro presidente logra envolver en su imagen la esperanza de la unidad de la instituciones y termina la búsqueda de una gran nación donde nuestros orígenes y nuestras creencias fueran un ingrediente mas para el gran país de todos.

Pero nuestra estirpe condenada a años de intolerancia y deslealtad no hace más que pisarle la cola a sus semejantes e irrespetar la libertad. A veces pareciera que nuestros altos dignatarios y jueces enfrascados en ese pulso más de forma que de fondo entendieran que la solución a nuestros grandes problemas es la división.

No es gratuito ver que en la actualidad es más fácil organizar un divorcio que concretar un matrimonio. Las familias se resquebrajan a la vez que ninguno necesita a ninguno ni económica ni afectivamente. La lucha de género se lleva a cabo en todas las plazas y el hombre la esta perdiendo ante una mujer que hace de todo. Las familias dejan de ser lo que eran por que cada día son un rompecabezas afectivo donde las nuevas generaciones ven como ejemplo el aislamiento de las nuevas sociedades donde estando rodeado de gente se siente la soledad.

Como resultado estos rompimientos sin perdón ni reparación se pierde la dignidad, la cultura, las tradiciones, la herencia se reparte entre los hermanos y cada uno la derrocha a su libre albedrío y se pierde la memoria otra vez.

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